Intermodalidad

Asegurar una buena intermodalidad es uno factores esenciales para promover la movilidad urbana sostenible. Ésta consiste en la utilización de distintos y sucesivos modos de transporte. De esta manera, los desplazamientos intermodales permiten a los viajeros aprovechar lo mejor de cada medio; ya sea por necesidad (no hay línea directa de origen a destino) o por eficiencia (tarda menos, le deja más cerca de casa, puede ir sentado, etc.). En consecuencia la intermodalidad tiene que estar dirigida a facilitar al máximo posible los inevitables trasbordos entre modos, haciendo que el transporte público pueda ser competitivo con el coche en aquellos recorridos que requieren utilizar distintos medios.

Los cinco elementos más importantes a tener en cuenta para conseguir un sistema de transporte centrado en la intermodalidad son:

  1. Integración física: los espacios de intercambio tienen que facilitar la transferencia entre los diferentes modos de transporte, con recorridos cortos, claros, legibles y que incorporen guiados diseñados con criterios de accesibilidad universal. Siempre que sea posible, es preferible que los espacios de intercambio permitan que las esperas, aunque sean mínimas, se hagan con protección de los usuarios respecto a la intemperie y las condiciones climáticas. Es decir, que se realicen en estaciones o intercambiadores. En definitiva hay que hacer que los trayectos entre los modos de transporte se realicen de la manera más rápida y cómoda posible.
  2. Integración de la planificación y la operación: la planificación del transporte debe recaer sobre entidades metropolitanas. Éstas, deben realizar una planificación de forma única e integral, estudiar la demanda de viajeros para establecer la oferta de transporte, coordinar a los operadores para una correcta prestación de los servicios (rutas, horarios, periodos de coincidencia para minimizar las esperas en los trasbordos, etc) y establecer la tarifa (aunque ésta no siempre sigue criterios de política de transportes sino un óptimo social). El objetivo es el de alcanzar una armonización entre la planificación más elevada y la operación.
  3. Integración de imagen y de información: la imagen del sistema de transporte de una región debe diseñarse de manera que todo él se interprete como una unidad, integrado bajo una misma marca. Por ejemplo que los autobuses tengan un mismo color, los metros un mismo modelo o que los mapas sean únicos e incluyan todos los modos de transporte. Cuando el tratamiento de la información y la imagen es homogénea, el mayor beneficiado es el usuario. Se trata, por tanto, de generar un relato coherente y único, y por supuesto accesible.
  4. Integración tarifaria: una buena intermodalidad exige la existencia de unas tarifas claras y los soportes sean los mismos para todos los medios de transporte, de modo que no se penalice el trasbordo.
  5. Integración modal: es imprescindible planificar la red teniendo en cuenta qué modo de transporte es más eficiente para cada eslabón de la cadena de viajes. Por ejemplo, en las zonas más densas interesa contar con medios de alta capacidad, mientras que en los tejidos menos densos hay que optar por modos más flexibles y con mayor capilaridad.
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