Gentrificación

La gentrificación describe el proceso de renovación de una zona urbana, generalmente popular o deteriorada, que implica el desplazamiento de su población original por parte de otra de un mayor poder adquisitivo.

La gentrificación también incluye los cambios en los usos de los suelos, ya sean residenciales, dotacionales (culturales, educacionales) o terciarios (comerciales).
En este caso, el fenómeno va asociado a un cambio en las actividades productivas que se dan en determinadas áreas, desplazando las actividades tradicionales, como el comercio y servicios de proximidad, por otras actividades asociadas al turismo y a la cultura.

El proceso gentrificador ha sido caracterizado como un fenómeno que se lleva a cabo en tres fases que reciben el nombre de nacimiento, abandono y revalorización.

En la primera fase de la gentrificación, el nacimiento, se crean configuraciones nuevas en los centros urbanos debido a la aparición de una masiva clase obrera. La industrialización y la aparición de la nueva clase obrera también va asociada a oleadas de inmigrantes provenientes de zonas rurales. Estos nuevos trabajadores, se establecen en las zonas más próximas a los centros productivos. Este aumento de las clases obreras y de la industrialización crea problemas medioambientales, de masificación e insalubridad, que generan un rechazo de las clases altas y burguesas, lo que, junto con un aumento de la posibilidad de desplazamiento, debido a la aparición de nuevos transportes, motiva su traslado a la periferia de las ciudades, buscando una mejora en su calidad de vida. Con este abandono de las clases altas de los barrios industrializados, se establecen urbanismos y relaciones propias de los barrios obreros, donde predominan las viviendas colectivas y las actividades económicas como talleres y comercios, características muy diferentes a las de los barrios burgueses.

La segunda fase es la de descapitalización y abandono. La desvalorización va ligada a una pérdida de importancia de los activos de los barrios, principalmente asociados a una pérdida del tejido industrial en el centro de las ciudades que se desplazan a las áreas periféricas. Mientras se produce la descapitalización, el barrio empieza a sufrir una decadencia, fruto de la falta de inversión privada. Por otro lado, el traslado del tejido industrial a nuevas zonas y polígonos también produce el desplazamiento de algunos núcleos familiares a zonas más cercanas. Todo ello da como resultado una decadencia de la zona, lo que provoca cierto rechazo de sus actuales habitantes que optan por su abandono y el desplazamiento a nuevas áreas. Cuando el deterioro de una zona es muy importante se llega a un punto que el beneficio de explotación del suelo y el que se podría obtener con su uso óptimo, tras un proceso de inversión privada, es tan amplia que hace posible la gentrificación.

La última de las fases es la de revalorización. Esta fase va asociada a un aumento de la inversión privada en la zona, que crea un efecto llamada para la repoblación por clases de mayor poder adquisitivo. Sin embargo, es necesario que exista un detonante que atraiga a los inversores privados a llevar a cabo estas inversiones, así como una llamada para los promotores inmobiliarios, los intermediarios y las nuevas clases medias, que serán los nuevos residentes. Este detonante es, en muchas ocasiones, el desarrollo de actuaciones de rehabilitación llevadas a cabo por la administración. Una vez iniciado este proceso de remodelación del barrio, el efecto contagio se encarga de la expansión.

Algunas consecuencias de la gentrificación son:
– Desplazamiento forzoso de los residentes
– Burbuja inmobiliaria
– Acoso inmobiliario
– Pérdida de identidad del barrio
– Difícil adaptación al nuevo modelo de barrio por parte de los antiguos vecinos.
– Turismofobia, por aumento masivo del turismo
– Disminución de vivienda económica disponible

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